El país adormecido por los consensos políticos de cúpulas que atraviesan el espectro de las fuerzas políticas organizadas (pero que no representan a nadie o a muy pocos, como lo prueban los sondeos de opinión), comienza a desperezarse y, como siempre, el despertar social debe contar sus víctimas; por razones que convendría alguna vez desentrañar, el affaire que tiene en prisión a Elena Varela, 42, cineasta, activista de la cultura y madre, acompañó al despertar la indignación. No es cierto que la pluma -en este caso la cámara- sea más fuerte que la espada; sucede que las herramientas culturales no se oxidan y a la espada y demás instrumentos represivos la herrumbre y la sangre inutilizan mientras hacen demasiado obvio y evidente su manejo. Tampoco es dable pensar que Elena Varela sea la primera víctima de un acuerdo político incapaz de ajustar sus anteojos miopes más allá del ombligo único compartido por quienes lo firmaron esperando una "transición a la democracia". Las primeras víctimas del co gobierno Concertación/Alianza permanecen en el limbo de los muertos a los que arrebataron el derecho de ser sepultados y a sus deudos el de vivir su duelo. Por eso los dichos del presidente del Senado de la República, Adolfo Zaldivar, ex dirigente de la Democracia Cristiana, en realidad no sorprendieron a nadie. Dijo al diario-engendro: "Los juicios a los militares deben terminarse a la brevedad, en beneficio de las víctimas de los atropellos a los DD. HH. Por lo demás, es una materia que se arrastra, que se usa políticamente y que nos mantiene anclados al pasado. Las víctimas y los victimarios han terminado siendo monedas de cambio...". Hay otros muertos, posteriores, pero son mapuches y al poder no parece importarles mucho, tal vez porque, precisamente, son mapuches: jóvenes enviados con una bala a los territorios silenciosos del Occidente; mujeres golpeadas hasta perder dientes y abortar; ancianos amenazados; niños sometidos al terror que los visita de noche sin aviso y con uniforme -comunidades, en suma, a las que quieren condenar al silencio y la extinción. Tampoco son los únicos convertidos en "sucios, feos y malos". Ahí están los trabajadores subcontratistas, los de empresas forestales, los obreros de la construcción sobre los que "caen" terraplenes, muros, andamios, los trabajadores de supermercados y "malls"; y los estudiantes (porque la real moneda de cambio para el poder ciego y sordo es la juventud: en ella adivina al enemigo). Elena Varela López -como antes Patricia Troncoso, pero de otra manera- resolvió, como quería Fellini, simplemente mostrar; no "demostrar" nada, sólo mostrar una realidad. Así que se fue a filmar al sur, a la Aracucanía que llaman, es decir: al Wallmapu. Newen Mapu Che, historia de un conflicto, es un ejemplo de su trabajo, que puede verse aquí. Escritores, artistas plásticos, cineastas, académicos, periodistas, estudiantes, amas de casa, en fin -y otros revoltosos de Chile y el extranjero-, en solitario o a través de las organizaciones que los agremian han protestado. Inútil. No se los escucha. ¿Por qué ha de oír el poder la vox pópuli? El pueblo no existe, la persona no es el alma de la ciudadanía, es promesa de consumo. No nos enterrarán los años, nos enterrará la complicidad.
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