Treinta años no son nada en la historia de un pueblo; marcan, sin embargo, un tránsito que, en la ausencia, se convierte en memoria o en olvido. El entonces joven dirigente político -asesinado por la dictadura de Pinochet- sobrevive a sus asesinos.
Manuel Cabieses lo conoció bien; el y su entrevistador militaron con Enríquez en la misma organización. Pero no es su conversación un ejercicio de nostalgia. Ambos miran hacia el futuro y en ese futuro latinoamericano sitúan el legado de quien recuerdan al estar por cumplirse tres décadas de su muerte.
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