La madre de todas las bombas fue la que lanzó el presidente de EE.UU., Donald Trump, en Pekín. No sabemos si es lo que quería, pero sobre todo, si ha calculado lo que saldrá del avispero. El golpe es muy duro, impuestos de hasta 60.000 millones de dólares sobre productos chinos, con aranceles de hasta el 25 %.
Mi pregunta: ¿el hecho que sea una guerra comercial, deja de ser guerra en su esencia? No. Es un ataque a la seguridad de una nación, porque la debilita. Entonces la debemos de entender así, como un ataque para que duela, para controlar, para someter, igual que los misiles, y quizá igual de poderosa.
¿Por qué declararle la guerra a China? Trump explica primero que tienen un déficit con China multimillonario jamás visto en la historia del mundo, de entre 350 mil millones de dólares hasta el medio billón, y que eso no lo tolerará. Es decir, EE.UU. compra mucho más a China de lo que le vende.
Además, la acusa de varias cosas. Abuso de los estadounidenses, robo de propiedad intelectual y robo de la tecnología de Estados Unidos. Por lo que promete denunciarla. Pero lo más importante que dijo Trump es que China se quiere apropiar de la hegemonía del mundo. Esto no es nuevo, pero es estremecedor, porque lo está cumpliendo.