En este capítulo narramos la historia de quienes se niegan a abandonar su tierra, su casa, su vida porque para ellos sería otra forma de morir.
En las dos últimas décadas miles de palestinos han sido testigos de cómo sus pueblos quedaban progresivamente aislados por la proliferación de nuevos asentamientos de los colonos judíos. En muchos casos, el crecimiento de esos núcleos ilegales de población israelíes ha engullido parte de las aldeas palestinas más próximas.
Hasta ahora, ni las presiones para que se marchen ni la constante supervisión del Ejército israelí ni los roces con los vecinos del asentamiento judío han podido con ellos, cuya particular lucha se considera heroica entre sus paisanos. Dicen que incluso los israelíes les han ofrecido cuantiosas cantidades de dinero por marcharse, pero, para ellos, hay algo más importante.