El autor de ciencia ficción, Arthur C. Clarke, creía que un día habría un espacio digital que uniría, virtualmente o por medios electrónicos, a los seres humanos, sus comunicaciones, economías e información.
No obstante, el Internet, que se ha convertido en una herramienta esencial para las sociedades industrializadas, es también un nuevo campo de batalla; allí se enfrentan naciones, grupos terroristas, crimen organizado, y sociedad civil. El ganador de aquel conflicto podría reclamar la hegemonía del mundo.
Siguiendo la premisa de que la tecnología es un medio de producción y dominación, no es sorprendente encontrarnos en cualquier capital occidental y descubrir con horror que "alguien" puede ver y oír nuestras conversaciones telefónicas, correos electrónicos, chats y redes sociales.
El fenómeno no es nada nuevo: J. Edgar Hoover, el fundador y primer director de la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés) en 1935 era fanático de la doctrina de espiar a la ciudadanía.
Hoover quería "averiguar" quiénes formaban parte del "Terror Rojo" o quiénes tenían ideas socialistas. Con los años, la capacidad de las agencias de inteligencia solo ha ido en aumento.
De transistores, a procesadores y satélites: Estados Unidos y sus aliados confirman que la doctrina de seguridad nacional es omnipresente y tiene un capítulo dedicado a la ciberguerra.