Ningún país aprecia tanto su energía atómica como Francia, donde prácticamente pertenece a la identidad nacional. Las centrales nucleares son responsables de tres cuartas partes de la energía que se produce en el país galo. De ahí que las críticas sobre sus posibles riesgos no sean allá bienvenidas.
Jean-Paul Simon, agricultor de Cirfontaines-en-Azois, fue llevado a juicio por poner su maquinaria a disposición de detractores de la energía atómica. Su tractor fue confiscado durante 16 meses.
Ni siquiera en Fessenheim, en la frontera con Alemania, hay escepticismo con respecto a la energía atómica, a pesar de albergar la central nuclear más antigua del país, que regularmente genera titulares negativos. Ninguna otra planta ha experimentado tantos incidentes como ésta. Y aun así, esta localidad apenas está preparada para reaccionar ante un posible accidente. Sólo las pastillas de yodo que se venden en las farmacias y una maleta de emergencia en una escuela infantil que podría pertenecer a un tiempo pasado.