En Europa, el aguacate se considera un "superalimento”. Sin embargo, en Chile, los aguacates son sinónimo de escasez de agua, violación de los derechos humanos y una profunda huella ecológica.
En la provincia de Petorca, se cultiva aguacate desde tiempos inmemoriales. Practicado inicialmente por pequeños agricultores, el auge en la popularidad de esta fruta en los 90 provocó un incremento exponencial de la producción. Desde entonces, los grandes terratenientes dominan el mercado del aguacate en Petorca, y consumen cantidades ingentes de agua para su cultivo.
Para producir un kilo de aguacates, unas tres piezas, se necesitan hasta mil litros de agua, una cantidad mucho mayor que para cultivar la misma cantidad de tomates o patatas. La región es presa de una pertinaz escasez de agua. Los cauces están secos desde hace años y muchas personas dependen de camiones aljibe para abastecerse de agua. Mientras tanto, las grandes explotaciones riegan sus miles de hectáreas de aguacates con agua proveniente de represas artificiales.