Con la detención de la expresidenta de facto Jeanine Áñez y algunos de sus acólitos y la continuidad de la causa judicial con las responsabilidades del golpe de Estado y las masacres de Sacaba y Senkata en el centro, el progresismo boliviano demuestra no temer a las presiones internas y externas, en la seguridad de que nada se construye sobre bases sólidas si no hay justicia.
Un análisis de Marcos Salgado
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