El comercio entre el Reino Unido y Europa se ha visto entorpecido desde la entrada en vigor del Brexit. Las nuevas restricciones aduaneras y sanitarias afectan sobre todo a los comerciantes de textiles y de pescado, que han de asumir los sobrecostos.
La familia de Nerys Edwards lleva generaciones dedicada al comercio de marisco. Sin embargo, sus negocios nunca habían sido tan complicados como desde principios de este año. Su empresa compra langostas, bogavantes y otros crustáceos a pescadores locales para exportarlos a la UE, principalmente a España. Las nuevas certificaciones sanitarias demoran tanto los envíos que muchos ejemplares mueren durante el transporte. Con el precio de cada carga rondando las 50.000 libras, las pérdidas económicas para la familia y los pescadores son considerables. Nerys Edwards vigila cada transporte como si de oro se tratase.
Pero también en el continente hay problemas. El camionero anglogermano Colin Francis no deja de acumular retrasos desde el Brexit. Trabaja para una empresa alemana, transportando mercancías a través del Eurotúnel, en ambos sentidos. Al igual que otros transportistas, padece las largas esperas al llegar a las aduanas inglesas. Cada mañana que parte hacia Inglaterra, confía en poder regresar a su casa al anochecer, en lugar de tener que dormir en la cabina de su camión. Sin embargo, ya no puede saberlo con antelación. Envíos que antes podía resolver en un único día, llegan a demorarse ahora hasta el triple.
Para empresarios emprendedores como el londinense Edzard van der Wyck, el Brexit ha obligado a un cambio de mentalidad. Su empresa confecciona ropa a partir de lana de oveja neozelandesa. Desde enero la exportación de sus artículos a la UE es más cara incluso que a Estados Unidos. Ahora planea construir un nuevo centro logístico, como muchos otros exportadores británicos que operan en el continente.
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