En este segundo capítulo de Comentarios y Objeciones, seguimos respondiendo a la cuestión de en qué sentido el Sócrates y el Platón históricos fueron “enemigos de la democracia”. Respondemos a los argumentos de la escuela de Toni Domènech y al planteamiento clásico de la cuestión en el famoso libro de Arthur Rosenberg, La lucha de clases en la antigüedad. Tienen razón, pero no por lo que a veces se creen. Tienen razón en sacar a colación el asunto de las clases sociales, pero no al despreciar el programa político irrenunciable que defendieron Sócrates, Platón, Aristóteles y su herencia política en la Ilustración.
Mussolini, el gran postmoderno
«El fascismo es un movimiento superrelativista porque nunca ha intentado revestir su complicada y vigorosa actitud mental con un programa completo, sino que ha triunfado siguiendo los dictados de su intuición individual siempre cambiante. Todo lo que yo he dicho y hecho en los últimos años es relativismo por intuición. Si el relativismo significa el fin de la fe en la ciencia, la decadencia de ese mito, la «ciencia», concebido como el descubrimiento de la verdad absoluta, puedo alabarme de haber aplicado el relativismo al análisis del socialismo. Si el relativismo significa desprecio por las categorías fijas y por los hombres que aseguran poseer una verdad objetiva externa... entonces no hay nada más relativista que las actitudes y actividades fascistas… Nosotros los fascistas hemos manifestado siempre una indiferencia absoluta por todas las teorías… nosotros los fascistas hemos tenido el valor de hacer a un lado todas las teorías políticas tradicionales, y somos aristócratas y demócratas, revolucionarios y reaccionarios, proletarios y antiproletarios, pacifistas y antipacifistas.»
B. Mussolini ,
Relativismo y Fascismo,
revista digital Sin Permiso, 2006.