La filósofa Julia Blanco y el filósofo Pablo Castro, ambos de la Universidad Autónoma de Madrid, participaron en el Congreso #FigurasDelFracaso, en el que reflexionaron en torno a los términos MONSTRUO y PÉRDIDA, respectivamente, en su relación con el fracaso.
MONSTRUO (extracto inicial)
El nombre monstruo procede del latín monstrum, término al que se dotaba de un marcado sentido religioso: era utilizado para denotar un prodigio, un suceso sobrenatural o una señal de los dioses. Sobre los monstruos, son así nombrados porque «monstrat futurum, monet voluntatem deorum» muestran el futuro, advierten de la voluntad de los dioses. El nombre procede del verbo monere: avisar, advertir, que procede a su vez de moneie- «hacer pensar en, recordar», forma causativa de la raíz men-: pensar. Demonstrare (demostrar) o amonestar comparten la misma raíz.
PÉRDIDA (extracto inicial)
Las palabras perder, perdido/perdida y pérdida en las lenguas modernas se remontan a la voz latina perdo, forma verbal compuesta por la raíz do-, que “significa dar en el conjunto de las lenguas indoeuropeas”(Benveniste, 1983, p. 54), y por el prefijo per-, que indica, en el caso que nos ocupa, desviación (Ernout y Meillet, 2001, p. 497). La raíz do-, de la que obtenemos el griego doron y el latín donum (el don en ambos casos), es ya suficientemente interesante para un análisis histórico, pues remite a ciertas instituciones fundamentales de la vida jurídica y económica de Occidente. En concreto, la forma verbal que analizamos (perdo/deperdo) adquiere en latín el significado de dar o gastar inútilmente. Y en un sentido más pronunciado aún, perdo significa malograr, arruinar o destruir (Ibíd., p. 180).
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