El protestante, la especie más despreciable del cristiano, se transforma ahora en el positivista y se aburre de las aspiraciones de la razón. Llega el momento de gritar ¡Dios ha muerto! Es un momento jovial para la Humanidad: si Dios no existe, todo está permitido… Es el momento del escéptico, que por no crear en nada es capaz de creer en todo. Un momento de juego y jovialidad. Es una superación momentánea del nihilismo, de la voluntad de nada. El mundo verdadero ha sido suprimido. Y sin embargo, lo que se anuncia a continuación no es el superhombre, sino el hombre más despreciable de cuantos hayan existido, el último hombre, nosotros, en definitiva.