Hasta en un conflicto tan enquistado como el de Nagorno Karabaj es posible hallar ejemplos de convivencia pacífica y de un compromiso irrenunciable con la paz. Familias multiétnicas desgarradas por los sucesivos choques o unidas pese a todo y pese a todos, una bloguera de tendencias azerbaiyana convertida en cronista de guerra o una joven poeta que enseña literatura en un refugio antiaéreo dan fe de que puede superarse la montaña de agravios que, piedra a piedra, se ha ido alzando con el tiempo.