Freud se instala en una vieja problemática de la filosofía griega: cómo es posible hablar, actuar, sentir, al margen del destino. Se trata de una reflexión sobre lo que significa la “caverna platónica”. En la caverna decimos “esto me gusta”, “esto me parece”, “esto me conviene”. Creemos hablar de las cosas en el mundo, pero, en realidad, hablamos todo el tiempo de una sombra de nosotros mismos. Fuera de la caverna, nos espera un mundo en el que es posible decir “esto es bello”, “esto es justo”, “esto es verdad”. La diferencia que hay entre este “me” y esto “es”, es lo que divide el mundo en dos, en un mundo de sombras y un mundo real. De la misma manera, el neurótico vive mucho más entre sus síntomas que en el mundo mismo. A fuerza de movilizar sus síntomas en una compleja maquinaria, el mundo mismo se le escapa. Leeremos aquí un texto de Freud que define el proyecto que se propone.