Mirando el conflicto en el este de Europa desde América Latina, hay que anotar una dimensión geopolítica y otra económica, cuyos efectos económicos se verán en el corto plazo.
Rusia y Ucrania concentran el 78 por ciento del comercio mundial de aceite de girasol y Rusia es el principal abastecedor mundial de trigo y el segundo exportador mundial de crudo. Una interrupción en ese suministro llevará a un aumento de precios, que repercutirá en los precios de los combustibles.
Pero un elemento se recorta por encima de los demás: las sanciones de la OTAN a Rusia van a exacerbar las presiones inflacionarias en todas las economías occidentales, y esto, sabemos, repercute directamente en la economía de los asalariados latinoamericanos, que perderán -de nuevo- mientras miran la guerra por TV.
Análisis de Marcos Salgado
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