Este viernes, el joven centroizquierdista Gabriel Boric asume la presidencia de Chile, tras un proceso electoral signado por uno de los estallidos sociales y políticos más importantes en América Latina, y su mandato debe asumirse como un gobierno de transición más que como un gobierno de transformación.
El objetivo central del primer año de gobierno debe ser el éxito del proceso constituyente. Ese éxito requiere de dos condiciones: garantizar la autonomía de la Convención y brindarle apoyo al proceso.
Además de lidiar con los poderes fácticos, el nuevo gobierno chileno debe salvar el proceso del estallido social y mitigar la chance de que Boric se convierta en el presidente que le entregue el poder a la ultraderecha o a un auténtico outsider dentro de cuatro años.
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