Para que haya cultura, hay que hacer soñar a la Naturaleza. Para poder hablar hace falta soñar. Este es el gran descubrimiento freudiano. Todo depende de que logremos encontrar un medio para satisfacer sin producir efectos, algo así como un nietzscheano “nihilismo satisfactorio”. Tenemos por tanto que concebir una especie de abismo de nuestra vida lingüística, en el que se instala un sueño en el que satisfacemos todo aquello que el lenguaje mismo nos ha hecho perder. Esto es lo que esconde por debajo de los síntomas y, también, de los ritos culturales, que son una suerte de síntoma que despliegan las sociedades. Son el efecto secundario de una satisfacción que no produce efectos. Las sociedades se masturban en su vida religiosa, de la misma manera que las personas lo hacemos con nuestros síntomas psíquicos. Es muy importante sacar las conclusiones de este descubrimiento freudiano: las identidades culturales y nacionales no son más que un medio para otros fines, un tributo que tenemos que pagar para desplegar una vida propiamente humana. No somos gallegos o escoceses para ser gallegos o escoceses, sino porque eso de ser gallego o eso de ser escocés es la única fórmula que hemos encontrado para ser humanos, es decir, para ser libres.