El 3 de febrero visitó Moscú el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y le dijo a su par ruso, Vladimir Putin que su país estaba en deuda con Rusia porque fue la primera que se preocupó por que los argentinos tuvieran vacunas. Apenas dos meses después, Fernández votó por la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Este voto tiene muchas lecturas.
Una, que Argentina votó con Estados Unidos, que impulsó la medida, y con el Reino Unido, país que mantiene ocupadas desde hace casi dos siglos y con fuerte presencia militar las Islas Malvinas, y en contra de Rusia, que desde siempre apoya la posición argentina en ese tema. Otra, que fue un voto presionado por los Estados Unidos, sin detenerse en los daños que puede conllevar en la economía argentina un enfriamiento de la relación con Rusia.
Argentina se aleja así del eje con México, es decir, del eje de recuperación de la CELAC, que habían comenzado a recorrer Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador. México se abstuvo, igual que Brasil, aún en antípodas ideológicas.
Un análisis de Marcos Salgado
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