Cuarenta años pueden parecer muchos, pero cuando son las heridas de una guerra las que se confían al tiempo para que las cierre, tal vez no basten. En las islas Malvinas lo saben bien: cuatro décadas después de que la Junta Militar argentina ordenara la invasión del archipiélago, siguen siendo visibles los restos que dejaron las trincheras cavadas en la tierra helada, perceptible el recelo de los isleños y dolorosa la memoria de los soldados de ambos bandos que participaron en ella.