La energía es vida. Una cruda realidad para la Europa actual. Durante mucho tiempo, Europa se nutrió del carbón, del petróleo y del gas importados de todo el mundo. Una hipoteca geopolítica, pero, también, un estímulo frente al cambio climático.
La energía es esencial para la vida y un motivo de preocupación ahora más que nunca. La guerra en Ucrania evidencia cuánto depende Europa de los combustibles fósiles. Esto debilita a Europa y otorga una influencia geopolítica a los países exportadores, a menudo autoritarios.
La guerra en el continente europeo está eclipsando la crisis climática. El creciente uso de fuentes de energía nocivas para el medio ambiente plantea no solo cuestiones económicas y políticas. Sin embargo, el abandono del carbón en Europa se ha convertido en una prioridad en muchos lugares y ya existen soluciones alternativas. En Francia, Dinamarca y Ucrania, los ciudadanos, a través de iniciativas, están tomando el control del suministro de energía al invertir de manera conjunta en la producción de su propia energía solar, mucho más barata que la que ofrecen los proveedores nacionales de electricidad. Estas iniciativas muestran que la descentralización de la producción de energía podría ser clave para la necesaria transición energética.
Si bien Polonia aún depende en gran medida del carbón, está organizando programas de capacitación para que los mineros cambien a empleos ecológicos y trabajen con la energía eólica. Para 2030, se crearán en Europa un millón de estos empleos. El hidrógeno verde, que todavía se encuentra en fase de desarrollo, también podría representar en el futuro una solución sostenible y rentable para la industria.
Existen soluciones que están funcionando en todo el continente. No solo las sucesivas crisis, sino sobre todo el cambio climático deja claro que se requiere una acción urgente.
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