En el otoño de 2019, un movimiento de protesta encendió las calles de Bagdad, la capital de Irak, y de las ciudades con predominancia chií al sur del país. Los manifestantes destacaron el hartazgo por la corrupción generalizada y la falta de oportunidades laborales, pero también por la influencia del vecino Irán y sus milicias. La represión fue extremadamente violenta y dejó al menos 600 muertos y 21.000 heridos en pocos meses. Los familiares de las víctimas aún reclaman Justicia.