Es habitual que los antropólogos hagan la siguiente constatación: las explicaciones de los indígenas siempre empiezan y terminan con una referencia a los ancestros. “¿Por qué haces esto? Porque es bueno. ¿Y por qué es bueno? Porque lo hicieron los ancestros. ¿Y por qué lo hicieron los ancestros? Porque es bueno.” El antropólogo se estrella siempre con este círculo tautológico en su trabajo de campo. Estoy implica un fuerte impulso etnocentrista propio de las comunidades indígenas. Los indígenas se llaman a sí mismos, muy a menudo, con una palabra que significan “los hombres” o “los verdaderos hombres”. La otra cara de la moneda es que, consiguientemente, las otras tribus no participan propiamente de la condición humana, o al menos de la verdadera humanidad. Sus costumbres son distintas y los indígenas no suelen ser nada relativistas a este respecto. Pretenden tener razón al seguir sus costumbres. Lo que implica que las comunidades vecinas que no tienen las mismas costumbres, están equivocadas en lo más esencial, hasta el punto de que se les llega a negar la condición humana. Así pues, el relativismo cultural no es algo propio del universo etnográfico, sino que proviene de otro impulso que tendrá que ver, quizás, con eso a lo que en este canal solemos llamar Ilustración. Como dijo Claude Lévi-Strauss, “para el antropólogo, la humanidad termina en los límites de la tribu, del grupo lingüístico, incluso del pueblo”.
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