Desde la antigüedad, los astrónomos han tratado de comprender la posición y el movimiento de la Tierra en la inmensidad del Universo. En la antigüedad, el modelo predominante era el geocentrismo. Según este modelo, la Tierra estaba inmóvil en el centro del Universo. Los planetas que orbitaban alrededor de la Tierra seguían trayectorias complejas, con la dirección de su órbita cambiando en secciones de la curva conocidas como epiciclos.
Pero algunos astrónomos, como Eratóstenes, ya habían comprendido que la Tierra giraba alrededor del Sol. En la Edad Media, a pesar de la fuerte represión de la Iglesia, se impuso un nuevo modelo que situaba al Sol en el centro del Universo: el heliocentrismo. Esta vez, los planetas del sistema solar seguían trayectorias circulares en lugar de complicadas. Copérnico fue el primero en difundir este modelo, más sencillo que el geocéntrico con sus epiciclos. Entonces Galileo descubrió cuatro lunas de Júpiter, ¡prueba irrefutable de que no todos los astros orbitan alrededor de la Tierra! Galileo defendió así contra la Iglesia lo que entonces se conocía como el modelo de Copérnico, y aprovechó la ocasión para desarrollarlo. Por ejemplo, descubrió que las trayectorias de los planetas alrededor del Sol no eran círculos perfectos, sino elipses, con una velocidad no constante.
Poco a poco, descubrimiento tras descubrimiento, el modelo heliocéntrico dio paso al modelo actual. Ahora sabemos que el Sol no está en el centro del Universo. Nada más lejos de la realidad: no es más que una de los miles de millones de estrellas de nuestra Vía Láctea, y nuestra galaxia no es más que una de las 2.000 mil millones de galaxias del Universo observable... ¡y el Universo entero se extiende mucho más allá de nuestro Universo observable!
Ahora sabemos que el movimiento de la Tierra alrededor del Sol no describe un círculo, sino una elipse. Por tanto, la distancia que nos separa del Sol no es constante y varía entre 147 y 152 millones de km. En cuanto a la velocidad a la que se mueve la Tierra, es como para marearse.
Imagínese que está sentado inmóvil en la superficie de la Tierra. Ésta se desplaza en su órbita alrededor del Sol a una velocidad de unos 30 km/s. Si se mueve alrededor del Sol, éste también se mueve, arrastrando a los planetas en órbita, incluida la Tierra, a unos 220 km/s alrededor del centro de nuestra galaxia. Y desde mediados del siglo XX, podemos añadir a esto el hecho de que nuestra galaxia se precipita a más de 610 km/s hacia una misteriosa región del cielo lejano, el Gran Atractor....