La pintura de Cristino de Vera está estructurada como un lenguaje simbólico que responde a claves exactas. Esto es algo que la crítica siempre ha intuido, aunque haya sido incapaz de formalizar dicha intuición de un modo sistemático, es decir, yendo más allá del conjunto de tópicos que giran en torno al contenido espiritual de la misma. Sin embargo, siendo su producción tan rica y elocuente desde el punto iconográfico, nos parece necesario abordar un análisis simbólico de las imágenes que la constituyen como lenguaje que arrojaría luz sobre su sentido trascendente, sentido que solo puede interpretarse cabalmente como un código ritualizado cuyos principios descansan en los pilares de la sabiduría que rigen la relación simbólica entre el macrocosmos y el microcosmos.
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