Taiwán es una de las democracias más avanzadas del mundo. Pero también es una de las más amenazadas. A pesar de ser una de las principales economías del mundo, de tener su propio presidente, gobierno, bandera e himno, ningún país lo reconoce. El problema es que China siempre ha considerado a Taiwán como una de sus provincias. Incluso, actualmente, el presidente Xi Jinping no descarta utilizar la fuerza para reclamar su soberanía.
Durante décadas, la población de Taiwán no quiso que nada cambiara. Tuvieron cuidado de no ofender a China mientras disfrutaban de las libertades y el estilo de vida de una democracia. Wayne es un taiwanés que quiere que continúe este statu quo. Su negocio depende de China, pero no quiere la reunificación. “Todo el mundo lo sabe, Taiwán es un país independiente… pero no hay que gritarlo a los cuatro vientos, eso es todo…”
Pero desde el movimiento Girasol de 2014, la mayoría de los jóvenes se manifiestan cada vez más abiertamente a favor de la independencia, incluso si eso significa sufrir represalias por parte de China. Tras lo ocurrido en Hong Kong, los jóvenes creen que deben ser más proactivos. “Somos un país democrático y libre. Considerando que son un país autoritario... debemos oponernos a China y volvernos independientes”. explica Roy.
Por otro lado, el CUPP, un partido extremista pro-chino, está presionando activamente por la reunificación. Fundado por el líder de una banda mafiosa, sus miembros han sido condenados por atacar y acosar a partidarios de la independencia de Taiwán.
Hoy los taiwaneses se encuentran en un punto de inflexión en su historia. ¿Se hará oficial la independencia de su país? ¿O Pekín conseguirá finalmente anexarse la isla?