España no desembarca en América con grandes capitanes a la vanguardia de grandes ejércitos, tremolando pendones y banderas, desfilando al compás del estruendo de la pólvora y el repique de tambores, sembrando un pánico mortal según iban avanzando. No estamos ante las legiones de Roma inspirando temor y respeto por toda Europa. La imagen es mucho más prosaica. Los hombres que desembarcan en las playas americanas, por lo general, no tienen demasiada disciplina militar. Después de una peligrosa travesía oceánica, en donde algunos perdían la vida, lo que se encuentran es un escenario completamente ajeno, caluroso y húmedo, lleno de molestos mosquitos que transmiten enfermedades desconocidas, donde la pólvora se humedece, el metal se oxida, y las heridas se infectan con facilidad. Ese mundo está habitado por gentes extrañas, muchos de ellos caníbales, y también por exóticos y peligrosos animales. Algunos, los menos, eran hijos de la nobleza, ricos adinerados que buscaban mejorar su posición al servicio de la Corona. Otros eran desdichados hidalgos, infanzones menesterosos que se consolaban pensando que la honra era lo mejor que podían llevarse a la boca. Un salto a las Indias quizás podría cambiar sus vidas. Simplemente perseguían el ascenso social que se les negaba en la Península. El resto, los más, no eran más que marinos, labriegos, artesanos, campesinos, notarios, letrados, boticarios o clérigos que preferían morir jóvenes y lejos de casa bajo la promesa de un futuro prometedor antes que languidecer poco a poco pagando impuestos en sus tristes haciendas. En el siglo XVI en todo el continente americano, según las cifras de Rosenblat, habría unos 13 millones, no muchos más. Y en España habría unos 7 millones de personas siendo generosos. ¿Cuántos de esos 7 millones se lanzaron a la Conquista del Nuevo Mundo? Una cantidad muy reducida, en ocasiones insignificante, por eso no les queda otro recurso que el de la diplomacia, tejiendo acuerdos con las tribus que encontraban a su paso.
Guion de Andrés Conesa García y Javier Rubio Donzé