Pocos personajes han vivido más la contraposición entre la imagen o representación y la realidad. Fernando VII y José I nunca se trataron directamente. El primero, fue el rey de España en marzo de 1808 a raíz del Motín de Aranjuez, tras el que su padre Carlos IV renunció al trono; dejó la corona en las abdicaciones de mayo y junio de 1808 en Bayona; pasó por un limbo personal en Valençay en los años de la Guerra de la Independencia, de 1808 a 1814, y reinó definitivamente en España de 1808 a 1814, y reinó definitivamente en España de 1814 hasta su muerte en 1833. José I fue rey de España en los años de la guerra. Alternativa impuesta por su hermano Napoleón, nunca gozó de popularidad en nuestro país. Fernando fue el rey deseado, sublimado en el imaginario colectivo, como el referente del patriotismo de los españoles frente a la voluntad de Napoleón. Su realidad, ni como príncipe ni como rey, estuvo a la altura de lo que la opinión pública quería o deseaba de él. Y, en cambio, José I fue el rey permanentemente denostado, cuyos valores políticos y morales estuvieron siempre por encima de lo que se dijo de él.