Han pasado 30 años desde que el Congreso Nacional Africano (CNA) con Nelson Mandela a la cabeza, tomase los mandos de Sudáfrica y pusiera fin a las políticas del ‘apartheid’, el esperpéntico sistema de segregación racial que estuvo presente durante casi la segunda mitad el siglo XX.
Sin embargo, tras tres décadas de gobiernos ininterrumpidos del CNA, los traumas post-apartheid siguen presentes en la sociedad sudafricana. Entre cuatro y cinco millones de sudafricanos viven oficialmente en asentamientos informales, en chabolas improvisadas sin acceso a agua corriente, electricidad o saneamiento.
La falta de acceso a un lugar digno para vivir es una de las cicatrices más visibles de la desigualdad en la Sudáfrica de hoy. En tres décadas, el gobierno sudafricano ha construido y entregado más de 3,4 millones de viviendas para los más pobres. La creciente clase media negra ha podido comprar casas en este tiempo, pero la inmensa mayoría de ciudadanos negros que el apartheid expulsó lejos de las ciudades a los townships sigue viviendo en esos emplazamientos alejados de todo.
El Abahbali Base Mjondolo es el mayor movimiento social en la era post-apartheid y denuncian que están siendo perseguidos directamente por el gobierno, actualmente liderado por Cyril Ramaphosa, por su lucha contra los desalojos, en los que han fallecido unos 25 activistas.
Sudáfrica es, según los datos del Banco Mundial, el país más desigual del mundo, donde el el 60% de la población es pobre y 24 millones de personas dependen de las ayudas económicas estatales para sobrevivir.
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