Este capítulo analiza las diferentes posturas de Lutero, padre de la Reforma protestante, con San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. Aunque no tuvieron relación personal, sus destinos y su pensamiento representan las dos ramas irreconciliables en que quedó dividido el cristianismo en Occidente, a partir del siglo XVI. El erudito teólogo alemán, que tanto polemizó con Erasmo de Rótterdam, decidió romper completamente con Roma y su denuncia de la pérdida de pureza evangélica de la jerarquía eclesiástica católica logró convencer y arrastrar a una gran parte de Europa. El clérigo navarro, por el contrario, tras un período místico de transformación interior, decidió someter a la autoridad del Papa una nueva Orden, la Compañía de Jesús, que revitalizó el mensaje de la ortodoxia católica con un contenido entusiasta expansivo y con fuerte vocación misionera.