El aire quiere huir del calor, pero es demasiado débil. Se cierne justo encima del suelo, pesado y abrumado por el calor del horno. Gira débilmente sobre sí mismo e intenta enfriarse al liquefacerse. Vibra, oscila, pero no hay escapatoria. Esto es África Occidental a finales de marzo. El Harmattan, el caliente viento del desierto del Sahara, sopla sin descanso. No tiene piedad con las personas que viven aquí. Quienquiera que quiera ir de un lugar a otro debe viajar por caminos que apenas merecen ese nombre. Son senderos polvorientos que no aparecen en ningún mapa. Son manejables solo con gran esfuerzo y durante unos pocos meses al año. Son intransitables durante la temporada de lluvias, ya que son cubiertos por el río Níger, uno de los ríos más poderosos del mundo. Cuando empieza a llover, los caminos se convierten en senderos embarrados. Cada viaje es una incursión en la incertidumbre.