Considerado durante mucho tiempo la Suiza de Medio Oriente, el Líbano está experimentando ahora la peor crisis económica de su historia. El ochenta por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza y, en un año, los precios de los alimentos han aumentado un 500% debido a la inflación galopante.
Para Riad, que dirige una tienda de comestibles en los suburbios de Beirut, gestionar su negocio se ha convertido en una pesadilla. Cada mañana, calculadora en mano, cambia los precios de sus productos según el tipo de cambio del día. También tiene que soportar continuos cortes de energía, lo que hace que su trabajo sea aún más desafiante. El gobierno libanés no proporciona más de dos horas de electricidad al día. A la población le resulta imposible calentar, iluminar o utilizar sus refrigeradores. Debido a esta situación ha surgido una red de generadores privados.
La libra libanesa ha perdido el 90% de su valor y los únicos que se benefician de todo esto son aquellos que cobran en dólares. Joseph, vendedor de una empresa farmacéutica internacional, vive como un rey en un Líbano en ruinas. Gracias a su nuevo poder adquisitivo, pagó su préstamo hipotecario en dos meses en lugar de... ¡veinte años!
En un Estado en quiebra y plagado de corrupción, seis de cada diez ciudadanos libaneses sueñan con abandonar el país. En Trípoli, al norte del Líbano, Mohammed y su hijo se hicieron a la mar para llegar a Alemania. Aunque su viaje fue interrumpido en la costa turca, todavía están dispuestos a correr todos los riesgos para llegar al continente europeo.