Tras la desaparición de los dinosaurios hace unos 66 millones de años, la Tierra sufrió una transformación radical que redefinió el curso de su historia biológica y geológica. El hito que condujo a la extinción de los dinosaurios, a menudo atribuido al impacto de un asteroide o a una erupción volcánica masiva, marcó el comienzo de una nueva era en la evolución de la vida en nuestro planeta. Esta transición dio lugar a un mundo postdinosaurios, un mundo en el que los antiguos dominadores de la Tierra dieron paso a una biodiversidad radicalmente distinta.
La extinción de los dinosaurios tuvo un profundo impacto en los ecosistemas de la Tierra. Los dinosaurios, que habían dominado la Tierra durante el Mesozoico, dejaron un inmenso vacío ecológico. Este vacío fue rápidamente ocupado por nuevos grupos de animales y plantas. Los mamíferos, que hasta entonces habían sido criaturas relativamente pequeñas y discretas, tuvieron la oportunidad de diversificarse y evolucionar para ocupar los nichos ecológicos que habían quedado vacantes. Esto condujo a la aparición de los primeros mamíferos modernos y, en última instancia, al surgimiento de los primates, incluidos los antepasados de los seres humanos.
Las primeras etapas de esta era postdinosaurios estuvieron marcadas por cambios significativos en la flora y la fauna. Los bosques de coníferas y helechos que habían dominado el Mesozoico fueron sustituidos por bosques de frondosas y praderas. Esta transición de la vegetación tuvo un gran impacto en los herbívoros y carnívoros de la época, influyendo en los patrones de migración, reproducción y depredación.
Al principio, los mamíferos eran de tamaño modesto y vivían principalmente en nichos ecológicos específicos, a menudo de noche para evitar a los grandes depredadores. Con el tiempo, estos mamíferos evolucionaron para diversificarse y aumentar de tamaño, dando lugar a una variedad de formas y comportamientos que finalmente condujeron a la aparición de grandes mamíferos como elefantes, rinocerontes y carnívoros gigantes como osos y tigres dientes de sable.
Al mismo tiempo, las aves, descendientes directas de los dinosaurios terópodos, siguieron evolucionando y diversificando sus formas y comportamientos. Las aves modernas han desarrollado características únicas como plumas, picos adaptados a diferentes dietas y capacidades de vuelo mejoradas, lo que les ha permitido colonizar una amplia gama de entornos y nichos ecológicos. Así, las aves han ocupado el lugar de los dinosaurios en determinados aspectos de la cadena alimentaria y los ecosistemas.
El mundo posterior a los dinosaurios también estuvo marcado por importantes cambios climáticos. Tras la extinción de los dinosaurios, el clima mundial experimentó importantes fluctuaciones, desde periodos de calentamiento hasta periodos de enfriamiento. Estas variaciones climáticas han tenido un profundo impacto en los ecosistemas y las cadenas alimentarias, influyendo en la distribución de las especies y en su adaptación a las nuevas condiciones ambientales.
También los océanos sufrieron grandes cambios tras la desaparición de los dinosaurios. Los mares y océanos vieron surgir nuevos grupos de criaturas marinas, como mamíferos marinos como ballenas y delfines, que ocuparon los nichos dejados vacantes por los reptiles marinos prehistóricos. Los corales y las algas también evolucionaron para formar nuevos arrecifes y ecosistemas submarinos.
El periodo que siguió a la extinción de los dinosaurios también estuvo marcado por la formación de los grandes supercontinentes modernos. A principios de la era Cenozoica, los continentes empezaron a desplazarse hacia su posición actual, lo que tuvo un impacto significativo en las corrientes oceánicas, los climas regionales y los hábitats de las especies. Este proceso de deriva continental contribuyó a la diversificación de las especies y a la formación de los ecosistemas que hoy conocemos.