Legado «in memoriam» del cantaor flamenco Juan Peña, El Lebrijano, a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes y homenaje.
Juan Peña Fernández nació en Lebrija en 1941 y falleció el 13 de julio de 2016 en Sevilla. Era hijo de María la Perrata y del tratante de ganado Bernardo Peña. Su madrina fue la Niña de los Peines. Con estos antecedentes es lógico que Juan se dedicara al flamenco, aunque al principio de su carrera no tenía muy claro si lo suyo era el toque o el cante. Finalmente se decantó por éste último, si bien la guitarra nunca le ha sido ajena.
En sus inicios actuó en El Guajiro de Sevilla y en el Duende de Madrid, siguiendo casi a rajatabla la escuela de Antonio Mairena. Sin embargo, Juan buscó después su propia personalidad, basada en un dominio del compás tan sublime que se le considera uno de los cantaores con más sentido del ritmo de la historia. En los sesenta fue figura en todos los festivales flamencos y llegó a actuar en el Teatro Real de Madrid. Ahí comenzó su búsqueda incesante hasta crear obras como "La palabra de Dios a un gitano", "Persecución" "Ven y sígueme", "Reencuentro" y "Tierra". Su obstinación por casar el flamenco con la música andalusí le condujo a abrir una brecha hasta entonces inexplorada. Grabó varios discos defendiendo esta postura hasta que le llegó el reconocimiento público. No en vano, Juan había demostrado antes su inmenso dominio de la ortodoxia en discos en los que le acompañaron guitarristas como Melchor de Marchena, Niño Ricardo, Paco Aguilera, Juan Habichuela, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Pedro Bacán y su hermano Pedro Peña. Su formación con Pastora Pavón, El Pinto, Mairena o Juan Talega se nota en cada tercio que aborda. Por todo eso recibió en 1999 la Medalla del Trabajo, un gran galardón que, aún así, es insuficiente para hacer justicia con un artista fundamental en la historia del Cante Jondo.
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