En el norte de Colombia, en la región de Bajo Cauca, a más de 180 millas al norte de Medellín, el paisaje está marcado por el agua y extensiones aparentemente interminables. Todos los días, los niños que viven allí enfrentan esta agreste y impredecible naturaleza, con un solo objetivo en mente: llegar a la escuela. Porque esta es su oportunidad de escapar de la pobreza y crear una vida mejor. Como Kendys, de diez años, y los demás niños escolares.
Para lograrlo, se exponen a una dosis diaria de peligro. Algunos de ellos deben cruzar un puente improvisado que podría colapsar en cualquier momento, como Kendys, de diez años, y algunos otros niños escolares. Un paso en falso y podrían ahogarse o fracturarse las piernas.
Juan, de diez años, no tiene que cruzar el puente, pero primero tiene que atravesar un río en una canoa extremadamente inestable, y luego caminar por un barro profundo lleno de rayas. Aunque su camino es peligroso, está contento de poder ir a la escuela. Esto lo acerca un poco más a su sueño de mudarse a una gran ciudad.
Los niños enfrentan todo esto en condiciones difíciles. La temperatura ya alcanza los 34 grados Celsius por la mañana, con una humedad del 97 por ciento. Con el fin de acercarse a sus deseos y sueños, cada día estos niños llevan no solo una mochila, sino también el miedo, en uno de los caminos más peligrosos del mundo hacia la escuela.