Seguramente te habrás sorprendido al escucharte ser mucho más comprensivo con un amigo cuando te cuenta una situación en la que se ha visto avergonzado o se ha equivocado, que cuando esa misma escena la has protagonizado tu o tu hija.
Por ejemplo, si nuestro amigo se cae probablemente vamos corriendo y le preguntamos si está bien. Si el que se cae es nuestro hijo le diremos '¿Ves? Te lo dije, que si vas corriendo te caes. Ve con más cuidado'. Y si nos pasa a nosotros pensaremos 'ay qué caída más tonta. Si es que estoy torpe...'
Etiquetas, opiniones, expectativas...
Tenemos que tener cuidado con lo que proyectamos sobre nuestros hijos, y sobre nosotros mismos. Mariano Sigman nos invita a reconsiderar esta forma de pensar para sentirnos mejor, hacer sentir mejor a nuestros hijos y mejorar la comunicación y el vínculo con ellos. Porque el poder de las palabras es inmenso.
¿Estáis de acuerdo? ¿Qué situación similar a la que relatamos os ha sucedido y habéis actuado de diferente forma según quien la protagonizaba? Contadnos.
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