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Hegel y el amor: La unidad hegeliana - Cap 6. Amor, sexo y belleza

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El amor persigue un “vínculo con el otro” que hemos caracterizado con la fórmula platónica: “ser dos en uno”. Pero Hegel nos ha convencido de que esta “fusión” no puede desembocar en una “unidad indiferenciada” que sea como “la noche en la que todos los gatos son pardos”. Todo lo contrario, el amor se detiene en todos los detalles, recorre con todos los sentidos el cuerpo del amante hasta en sus últimos rincones sin querer perderse nada. El amor no es enemigo de la experiencia sensible, sino todo lo contrario. Por eso nos interesa especialmente el Prólogo a la Fenomenología del Espíritu de Hegel, que está todo él redactado en clave de “homenaje a la experiencia”. El absoluto, la totalidad hegeliana no puede representarse sencillamente como una Esfera en la cual todo es igual a todo, la esfera de la perfecta Identidad. Esa perfecta Identidad es una extraña totalidad que tiene fuera de sí todas y cada una de las cosas. Es como, si en un giro cristiano, viéramos de pronto a la totalidad de las cosas clavadas en una Cruz. El Absoluto, nos dice Hegel, no puede ser la mera Identidad, tiene que ser la Identidad de la Identidad y la No Identidad, la unidad de la esfera y la cruz. A esto, el cristianismo le llamó “espíritu santo” y Hegel lo llama también “espíritu”, la unidad de lo meramente lógico y de lo meramente material: “el logos hecho carne”. Pues bien, esta definición de lo absoluto coincide con la definición más seria del amor que nos proporciona Hegel: el amor es el vínculo del vínculo y del no vínculo. El amor desea la fusión y al mismo tiempo la independencia de todo lo que se fusiona. El amor busca la fusión de dos seres que, precisamente, al fundirse son más independientes el uno del otro. Apuntamos también la definición de Schelling: “el amor es una dependencia de independientes entre dos seres que, pudiendo existir por sí mismos, se niegan, sin embargo, a vivir el uno sin el otro”. Así pues, en esa dependencia, los enamorados tienen que descubrir, precisamente, su independencia, su libertad. El amor se sostiene, como ha dicho Hegel de lo absoluto, “en el más absoluto desgarramiento”. Es de este modo como, la complejidad de la unidad hegeliana (en sí, fuera de sí, para sí) nos da la clave de lo que persigue el amor.

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