En la década de 1940, los neurocirujanos comenzaron a dividir el cuerpo calloso (la conexión entre los hemisferios de un cerebro) para paliar los efectos de la epilepsia severa.
Pero aunque aparentemente seguían siendo iguales, pronto verían los efectos secundarios de dicha operación. Décadas de experimentos con estos pacientes nos ayudaron a entender mejor el cerebro y la distribución de tareas.