Marzo de 472: entre las ruinas de los grandes edificios de Roma, se combate y se muere. Grupos de escuálidos ciudadanos se encaraman sobre pilas de escombros que, no hace mucho, fueron magníficos edificios, y arrojan pedazos de marmóreas y hermosas estatuas a los mercenarios bárbaros que tratan de abrirse paso hasta el Palatino. Son las sangrientas, despiadadas luchas, de una patética guerra civil en la que el Emperador legítimo, Antemio, encabeza a los funcionarios y a los ciudadanos, para evitar que su Magister Peditum in Praesenti, Ricimero, lo deponga. La ...
continua