En verano, las familias nómadas del norte de Kirguistán se trasladan a las praderas altas. Desde hace unos años existe por fin allí un lugar donde sus niños pueden aprender y hacer amigos: la yurta-escuela.
Todos los días Jenya Sharsheva, directora de la guardería del pueblo, lleva a esta escuela alojada en una yurta actividades de aprendizaje y de juego. Uno de sus alumnos preferidos es Alihan, de 12 años, que vive con su familia en una yurta a 2.000 metros de altitud. Como casi todos los niños nómadas, Alihan también debe echar una mano y ayudar a sus ...
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