Lorenzo Ucañán es pescador artesanal en Huanchaco, Perú. Sus balsas de totora, llamadas caballitos, las construye él mismo. Pero sólo con la pesca ya no puede alimentar a su familia. El mar ya no da lo suficiente.
En Huanchaco, una ciudad pesquera de la costa norte de Perú, Lorenzo Ucañán se dirige a los cañaverales de totora. Es pescador y aprendió de su padre el oficio de constructor de balsas de caña. Desde tiempos ancestrales, los pescadores de Huanchaco faenan en caballitos de totora, pequeñas embarcaciones que surcan las olas con una gran maniobrabilidad. Se dice que el surf se inventó aquí hace 3.000 años, así como también que los jóvenes de la cultura chimú utilizaban los caballitos para hacer una especie de prueba de madurez en el océano.
Lorenzo construye cada mes una balsa que no podría ser más sostenible: está hecha de materiales naturales, no necesita gasolina, no hace ruido y apenas deja residuos cuando deja de ser navegable al cabo de un mes. Pero en Huanchaco cada vez hay más caballitos en la playa como mera decoración. La pesca ha disminuido mucho y la profesión de pescador tiene los días contados.
Su lugar está siendo ocupado por turistas que se deslizan sobre las olas a lomos de coloridas tablas hawaianas. La ciudad se está convirtiendo en un centro del surf. Los hijos de Lorenzo también intentan participar en el nuevo boom como instructores. Los pescadores más viejos ven con melancolía la venta de sus tradiciones y la agonía de su oficio, mientras intentan desesperadamente salvar al menos el tradicional "Día del pescador" en honor a San Pedro. Por su parte, Joel, hijo de Lorenzo, organiza una gran competición de surf para la que encuentra los patrocinadores que les faltan a los pescadores para su fiesta. Con la tenacidad que les ha enseñado el mar, éstos siguen adelante pese a todo.