Un discreto bloque de edificios en Dresde alberga un oscuro secreto. Hoy lo habitan personas que nunca tuvieron nada que ver con la institución que lo ocupó hasta 1989: la Seguridad del Estado de la República Democrática Alemana.
El edificio de cuatro plantas situado en el patio trasero solo llama la atención porque las ventanas siguen enrejadas. Sin embargo, fue uno de los centros de poder más importantes de los servicios de inteligencia de la extinta Alemania comunista. Las salas originales se han conservado y siguen siendo accesibles a los visitantes. Nadie que haya estado en esta prisión puede olvidarlo. Los pasos resuenan en los pasillos llenos de rejas y puertas de acero con mirillas.
En octubre de 1953, el servicio secreto soviético entregó el edificio a la policía secreta de la RDA, conocida como la "Stasi”, abreviatura de "Staatssicherheit”. Por la prisión del sótano pasaron miles de criminales nazis y de guerra, así como opositores al régimen comunista. Muchos de ellos fueron condenados a muerte o enviados a campos de trabajo soviéticos. Posteriormente, entre 1953 y 1989, por sus 44 celdas pasaron unas 10.000 personas acusadas de supuesto espionaje, tentativa de huida de la república, resistencia a la policía o comportamiento subversivo, como lo llamaba la Stasi. En diciembre de 1989, ciudadanos de la RDA asaltaron la sede de la Stasi. Impidieron la destrucción de archivos y el robo de pruebas.
Hoy, el edificio es un memorial, un lugar de recuerdo, investigación y encuentro. Testigos de la época guían a los visitantes por las salas y hablan de lo que vivieron aquí. Para realizar este documental, Katrin Claußner se reunió con personas cuyas vidas cambiaron radicalmente aquí. Como los tres jóvenes que escribieron "Nieder mit Ulbricht" ("Acabemos con Ulbricht”) en un puente de Dresde tras la construcción del Muro en 1961 y acabaron por ello en la cárcel de la Stasi. Son testimonios conmovedores que hablan de arbitrariedad y tortura, pero también de resistencia, valor y fuerza.