En los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, la gente sobrevive como puede. Sin derechos civiles ni perspectivas. Los campos palestinos de Beirut, surgidos tras la fundación de Israel, siguen pareciendo hoy soluciones provisionales.
El reportaje retrata a tres familias que viven en Sabra y Chatila: las familias Kujeyje, Daher, Abeed, así como al joven padre Aboodi Ziani. Los campamentos se establecieron en la capital libanesa, Beirut, poco después de la fundación del Estado de Israel en 1948 para refugiados palestinos huidos o expulsados del actual territorio israelí.
Abu Ahmad, de ocho años, huyó a Beirut de la guerra en Siria con su madre y dos hermanos mayores. Trabaja 14 horas al día para ayudar a su familia. En Abu Asali encuentra un protector, en cuyo puesto de jugos ayuda.
Ayman Kujeyje, padre de cinco hijos y propietario de una tienda, arregla el compromiso de su hija Sanaa con la esperanza de asegurar su futuro. Sin embargo, el compromiso no comienza con buena estrella.
Aboodi Ziani intenta encarrilar su vida tras ser excarcelado. Quiere ofrecerle una vida mejor a su pequeño hijo Ali, quien le da esperanza y sentido a su vida. Pero en una barriada pobre como Chatila, establecida originalmente para ser provisional, el trabajo en la construcción es escaso y el dinero que gana apenas alcanza para vivir.
La familia Daher pertenece a la comunidad Dom del Líbano, cercanos a los gitanos romaníes en Europa. Carecen de nacionalidad. Los padres luchan por la vida de Sareea, su hija gravemente enferma a quien se le niega asistencia médica. El hijo adolescente de los Daher sueña con ser libre; pero, sin documentos, ese sueño parece inalcanzable.
Los cineastas acompañan a sus protagonistas durante cuatro años, de 2018 a 2022, documentando las consecuencias de la gigantesca explosión en el puerto de Beirut, la histórica crisis económica del Líbano, la pandemia de Covid-19 y la creciente tasa de refugiados.