Benarés, la ciudad sagrada de India a orillas del Ganges, es un mito. Millones de hindúes creen que las personas que mueren allí son afortunadas porque así pueden romper el ciclo eterno de nacimiento, muerte y reencarnación.
El director Oliver Mayer creció en un mundo donde la mayoría de las personas están influenciadas por la promesa cristiana de vida eterna. En Benarés, quiere entender por qué se considera una salvación eludir la reencarnación. Él mismo tuvo que enfrentarse intensamente con la muerte: hace algunos años murió su madre, y le tomó mucho tiempo superar su duelo. El hecho de que el final de la vida no se perciba necesariamente como algo negativo en el hinduismo lo fascina.
Quiere saber cómo las personas logran enfrentar la muerte sin miedo y de manera pragmática, casi con alegría. Mayer visitó un hospicio para moribundos muy especial en Benarés, y allí conoció una forma diferente y serena de lidiar con la muerte. Conoció a personas extraordinarias: sacerdotes y familiares que cuidan a los moribundos. Trabajadores de castas bajas que incineran a los muertos, y niños como Kajal, de nueve años, que posan disfrazados como la deidad Shiva para fotos, ganando así dinero para ella, su madre y su hermanito.
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