La Teoría del Universo Holográfico, desde su concepción en 1997, nos dice que todo lo que vemos, sentimos y somos en nuestras tres dimensiones espaciales, junto con la percepción del tiempo, podría ser una ilusión. Un holograma. Una proyección de lo que sucede en un lugar infinitamente alejado del Cosmos donde la física real se desarrolla.
Todo comenzó con las complicaciones para unificar las cinco teorías de cuerdas en un único marco teórico, un paso clave para avanzar en el sueño de una "teoría del todo". Las aproximaciones matemáticas para esa unificación, especialmente con la Teoría M de Edward Witten, inspiraron a un físico teórico argentino a construir un modelo que lograra la tan ansiada explicación del origen cuántico de la gravedad.
Así, Juan Martín Maldacena ofreció al mundo la bautizada como Correspondencia AdS/CFT, proclamándose como la mejor aproximación a una teoría completa de la gravedad y, al mismo tiempo, como una teoría que amenazaba los fundamentos de la Cosmología e incluso de la existencia humana. La conjetura de Maldacena dio lugar al que se conoció como "El principio holográfico", una hipótesis que planteó que toda nuestra realidad tridimensional podría ser una proyección de lo que está ocurriendo en un campo de dos dimensiones más allá del Universo observable. La teoría del holograma del Cosmos había nacido.
A pesar de que la mera concepción parecía propia de la ciencia ficción, no podíamos ignorar lo que las ecuaciones nos decían. Y desde ese momento, estamos en busca de pistas en el espacio y en el tiempo que nos ayuden a hallar el posible origen de ese holograma. Una ambición que nos llevó a sumergirnos en la oscuridad de los agujeros negros, a viajar hasta el mismo instante del Big Bang y a explorar la naturaleza de las galaxias que habitan los océanos cósmicos.