En 1912, el físico austriaco Víctor Hess descubrió los rayos cósmicos. Unas partículas de alta energía aceleradas en algún lugar del Universo hasta velocidades prácticamente iguales a la de la luz. Metralla de las estrellas. Balas cósmicas que atraviesan el espacio, representando la mayor amenaza para nuestros sueños de conquistar los cielos.
Al tratarse de partículas cargadas eléctricamente, los rayos cósmicos se ven perturbados por el campo magnético de la Tierra. Un escudo protector que desvía estos misiles, impidiendo que la mayoría alcancen el mundo. Nos sentimos falsamente seguros en nuestro hogar, pero este peligro invisible ha dado muestras de su poder muchas veces. Desde los tripulantes del Apollo 11 viendo luces extrañas con sus ojos cerrados hasta el caso del vuelo 72 de Qantas, que estuvo a punto de precipitarse por el impacto de un solo rayo cósmico en la CPU de la aeronave.
Pero hoy, con las ambiciones de la NASA y su programa Artemis, la semilla de una nueva era de la exploración espacial, con la meta de construir una base permanentemente habitada en la Luna y las posteriores misiones humanas a Marte, los rayos cósmicos se han convertido en la principal amenaza del futuro de nuestra especie. Tenemos que aprender cómo protegernos de algo que no podemos ver. De una metralla de las estrellas que puede frustrar todos nuestros sueños.