Los críticos del crecimiento ven muchas formas de conciliar la economía, el medio ambiente y el bienestar. Quizás el mundo funcione sin querer siempre más. Pero, ¿son realistas estos conceptos?
Los grandes chefs Marianus von Hörsten y Aaron Levi Hasenpusch ya se han puesto en contra del "siempre más": su restaurante cierra los fines de semana. Más tiempo libre, menos estrés. Pero también: menos ventas e ingresos. Para estos dos hamburgueses esto es posible.
La empresa Otto Fuchs produce piezas metálicas especiales para empresas de las industrias automovilística y aeronáutica. Aquí intentan seguir creciendo y al mismo tiempo producir de forma respetuosa con el clima: crecimiento verde. Pero ésta no es una tarea sencilla. La transición energética y la protección del clima cuestan mucho dinero en Alemania.
La escritora Ulrike Herrmann ("El fin del capitalismo”) se muestra escéptica: el crecimiento verde no sería posible. Ella aboga por el "Degrowth" (decrecimiento) para salvar el planeta. La reestructuración de la economía consume enormes cantidades de energía limpia. Alemania ni siquiera podría instalar tantas turbinas eólicas. Habrá que limitarse. En Islandia, después de la crisis financiera de 2008, se introdujo una nueva evaluación económica: "Wellbeing Economy", la economía del bienestar. No solo se mide lo que tiene un precio, sino también el bienestar y la calidad de vida, como, por ejemplo, el acceso a espacios habitables y verdes, así como la igualdad entre hombres y mujeres. Pero también se incluyen posiciones negativas como la destrucción del medio ambiente y el consumo de recursos. La profesora de Ciencias de la Sostenibilidad de la Universidad de Islandia, Kristín Vala Ragnarsdóttir, está comprometida precisamente con esto.
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