Hacen falta cientos de miles de viviendas en Irlanda, sobre todo en Dublín. Los alquileres son cada vez más caros. Jordyn, Jonathan y su pequeña hija Delilah no tienen apartamento y cada noche tienen que buscar un sitio para dormir.
La joven familia lleva diez meses buscando un alojamiento fijo en Dublín. Su día a día consiste en solventar trámites burocráticos con las autoridades, que no ofrecen ninguna solución, y en hacer esperas interminables al teléfono. Los alquileres les resultan impagables y parece imposible conseguir una vivienda social. Cada día, Jordyn y Jonathan, junto a su hija, intentan encontrar refugio en casa de amigos o familiares.
Justin es trabajador social y solía ocuparse de personas sin techo en un albergue de emergencia privado. Pero el centro se vendió, él perdió su trabajo y también su departamento. Ahora escanea a diario el sobrevalorado mercado inmobiliario. Pero las pocas ofertas que hay son, en su mayoría, impagables o inaceptables. Incluso las habitaciones o las camas individuales se alquilan a precios desorbitados.
Conor está escribiendo su tesis doctoral y vive con su novia en un apartamento minúsculo. La escasez de vivienda lo ha convertido en activista político. Se ha presentado como candidato al consejo municipal y busca llamar la atención sobre la situación de emergencia. Recolecta firmas contra las viviendas vacías y a favor de alquileres asequibles.
Irlanda está sumida en una crisis de vivienda sin solución aparente. Para Jordy, Jonathan y Delilah hay luz al final del túnel. Para muchos otros, sin embargo, la situación sigue siendo desesperante a pesar de las constantes promesas del Gobierno.