Hay un lugar en los océanos que tiene una fama especialmente siniestra.
En el lejano siglo XV, la expedición de Cristóbal Colón se enfrentó a algo que hizo entrar en pánico a todo el equipo. El diario de a bordo del gran descubridor contiene relatos de cómo la aguja de la brújula se volvía loca, aparecían enormes llamaradas de la nada y el mar desprendía un extraño resplandor.
Muchos años después, este lugar muerto volvió a demostrar lo siniestro que es.
Aquí los barcos desaparecen sin dejar rastro. A veces se encuentran, a la deriva, vacíos y ...
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