Tras haber sido invadidas por la publicidad, nuestras ciudades se han cubierto en las últimas décadas de frescos de mayor o menor impacto y reconocimiento público. Los frontones de los edificios públicos se cubren de enormes obras que no pueden pasar desapercibidas: el distrito 13 de París es un ejemplo de libro. Pero, ¿qué es lo que hace que, de repente, los responsables políticos quieran adornarlo todo? ¿Qué hay detrás de esta fiebre por el "arte callejero" que historiadores del arte, críticos y artistas observan con asombro?
Lejos de ser un fenómeno ...
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