En Cuba la pesca no es solo una forma de ganarse la vida. Tampoco, como suele decirse, un modo de vida. Es mucho más: es una forma de entender la vida, de relacionarse con la naturaleza y con tus semejantes, de afrontar el paso del tiempo, la incertidumbre, los pesares y las alegrías. Pero ya sea faenando en alta mar o echando la caña en el Malecón habanero, si hay algo que une a todas estas gentes, es la irresistible atracción que el mar ejerce sobre ellos y que el tiempo no logra aplacar.